Entrevista a Susana Frade

Entrevista a Susana Frade


Entrevista AuriaTV
Susana Frada
Superviviente del accidente ferroviario de Angrois
Mario González Sánchez
 
Susana Frade, una joven ourensana que el día 24 de julio de 2013 viajaba en el tren que sufrió el terrible accidente en Angrois, y que dejó un balance de ochenta muertos y más de ciento setenta heridos.
Susana Frade viajaba con una amiga que iba a pasar unos días de vacaciones a la zona de levante. Iba a tomar un avión a primeras horas del día 25 de julio. Como dato curioso, los padres de las dos jóvenes desconocían que ambas amigas viajaban en ese tren. De este desgraciado accidente se cumplen ya dos años y medio. Susana nos relató en la entrevista todo lo que hizo desde el momento en que percibió que algo iba a pasar y, por instinto, se abrazó a su amiga con la intención de protegerla. Se hizo la oscuridad y ahí comenzó su lucha por seguir adelante, recuperar la tranquilidad perdida y, sobretodo, la salud.
Ocho vagones de pasajeros —más la cafetería y los cuatro de locomotora— se salían de la vía en una curva —que después se haría conocida con el nombre de A Grandeira— a más del doble de la velocidad permitida. El maquinista se había despistado con una llamada de intendencia del interventor. Fueron 109 segundos fatales en los que hablaron sobre la estación de Pontedeume en la que varios viajeros se apearían. Cuando quiso colgar ya era demasiado tarde para frenar, y lo que antes eran cómodos convoyes se convirtieron en cuevas oscuras y mortajas.
A las 20.41 del 24 julio de 2013, el Alvia 01455 procedente de Madrid circulaba a 190 kilómetros por hora en un punto en el que debía hacerlo a 80. Francisco José Garzón Amo, un veterano en las máquinas de Renfe, salió de la cabina ensangrentado de lamentos. «Espero que no haya muertos, porque caerán sobre mi conciencia», declaraba tras escribir el guión de la mayor tragedia ferroviaria de Galicia, una de las tres peores de España.
Del amasijo de traumatismos, los trabajadores de emergencias lograron sacar decenas de cuerpos moribundos de entre cadáveres y supervivientes a quienes el azar les entregó una butaca con vistas al futuro. La mayoría de los críticos —ingresados en unidades de cuidados intensivos con pronósticos tan graves que no bastaba con un padrenuestro— fueron recibiendo el alta en los días, las semanas e incluso los meses siguientes. La otra alta —el de las pesadillas constantes y el pavor incluso a un ascensor— muchos de ellos todavía lo continúan peleando.
Angrois es hoy un barrio marcado para siempre. A las 20.41 horas del 24 de julio de 2013, comenzó a aparecer en el mapa. Sus vecinos fueron quienes primero socorrieron a las víctimas. Hubo incluso un vagón que salió despedido a pocos metros de varias casas. Ellos improvisaron camillas sobre sus hombros, echaron mantas por sus ventanas y abrigaron heridos —más de 130— durante los minutos en que tardaron en ser trasladados a los hospitales. Y tras la sinfonía de ambulancias, silencio en la aldea en la que agradecieron los homenajes —muchísimos homenajes— pero huyeron de la heroicidad y, sobre todo, de convertir su zona en un cementerio de nostalgias. Pero todavía siguen consolando a quienes a diario se acercan con lágrimas y recuerdos.

 

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